humanidades no hay democracia, dicen. Olvidan la historia del siglo XX, cuando las sociedades aparentemente más cultas de la historia cometieron los crímenes más atroces y construyeron las pesadillas políticas más terroríficas. Sin humanidades no hay tolerancia. Olvidan que el humanismo fue el núcleo ideológico de la colonización y de su proyecto imperial, racista y patriarcal. Sin humanidades no hay libertad. Olvidan que la cultura no ha sido sólo un recurso de la resistencia, sino que también ha sido —y, de hecho, de forma mucho más frecuente— una herramienta de dominio y de construcción de marcos de dominación, tanto nacionales como de clase.