Quedaba la escritura, el trazo sobre el papel, colgado sobre el vacío.
Quedaba lo material, el papel, el manuscrito. Se puede vivir sobre la materia, y el escritor vive sobre la suya, sus cuadernos, sus plumas, lápices, carpetas. No es exactamente una distracción respecto de su trabajo, de la cara mental de su trabajo: es una utilería mental-material. (El papel manuscrito como amuleto. Alejandra llevaba en el bolsillo unos poemas que le había manuscrito Porchia, como Pascal llevaba el manuscrito de su famosa “apuesta” siempre consigo.)