Juan XXIII no fue un Papa de transición. La sola convocatoria del Concilio Vaticano II lo coloca en un lugar excepcional en la historia de la Iglesia contemporánea. Pero además, su forma de ser y de gobernar, su sencillez y su humildad fueron cambiando la imagen del pontificado.
Pasó a la otra vida con el apodo de El Papa Bueno. Un adjetivo sencillo pero expresivo, como muestra este breve perfil biográfico.