«En las noches de incertidumbre y desconsuelo —y de completo desvelo—, comencé a escribir. Primero fue como un desahogo. Con el transcurrir del tiempo empezó a ser como un diario y, a la vez, una guía de las cosas que debía hacer para enfrentarme a esa realidad. Y así surgió Frente a la adversidad… hay equipo.»
La acción de la escritura está atada, muchas veces, al alivio, a la catarsis. Así lo describe Jenny Anguiano, autora de este libro, así sintió esa vivencia. Escribir también trazó los límites de un espacio sin muros donde fue ubicando sus sentimientos. Probablemente también funcionó como un ámbito para la reflexión, porque el tiempo de la palabra escrita es perenne. Sin embargo, con el devenir de los días, movida por el afecto, fue tendiendo puentes hacia el afuera. Amigos cercanos, conocidos y principalmente su familia inmediata estuvieron ahí para escuchar, para colaborar, para apoyar. El equipo.
Este libro busca compartir una historia en la que muchos se verán reflejados. La honestidad que se trasluce en la narración hace que los lectores conecten sin rodeos con las emociones que se van sucediendo. Y también es un agradecimiento a todos aquellos que estuvieron y que están. Al equipo.