«Compleja tarea la de indagar o asir a 'la que fue por el aire', la que vivió, huyó y regresó a un desierto, y fundó en palabra lo abstracto, no solo lo etéreo. Descubrir a Irma Cuña se parece al intento de recoger los hilos que se desprenden del diente de león y flotan, se escapan de la mano, intangibles. ¿Mística?, ¿conceptual?, ¿lírica? Así todo, envuelta en las distintas arenas donde decidió batallar una vida nada fácil, en una geografía marcada por la hostilidad, así como forjar una escritura en la que lo convencional ha sido, si no el peor, su más ensañado enemigo.
La figura de Irma Cuña sobresale al mantenerse en pie por sí misma: ni agua de molino paisajista; ni misticoide retrato; tampoco, la poeta signada por la demencia, lo que la elevaría a cierto prestigio, ni propiedad exclusiva de alguna militancia de izquierda. No hay etiqueta que pueda aplicarse porque cada poema la expulsaría; a lo sumo, podría afirmar que por momentos unos se contradicen con otros; a la manera del fluir de Heráclito, nada es rígido en ella y todo muta» (Del Prólogo de Irene Gruss).