Tomemos por ejemplo el «prólogo del Rumor», en la segunda parte de Enrique IV: una exquisita floritura de elocuencia del segundo estilo shakespeariano, y ponerlo al lado del «Elogio del jerez» de Falstaff, en el Acto IV, Escena III. O podemos escoger la exquisita prosa con la que hablan Rosalinda y Orlando. O el primer parlamento de todos, el de Orlando a Adán, con el párrafo que ustedes elijan, el de las Siete Edades, por ejemplo, de la misma obra, o incluso una muestra de nobleza como el «Adiós a la Guerra» de Otelo, y podrán percibir, si tienen oído para la música, un grado superior de organización en la prosa, un ajuste más preciso de las piezas, un equilibrio en su balanceo y el regreso de un péndulo vibrante.