Como una hoja que cae en otoño, se desprende, sin fuerza, muere al llegar el invierno para renacer, vigorosa y llena de luz en primavera, Jardín de piezas rotas es un espejismo de este círculo perenne de la naturaleza.
La voz poética se encuentra herida, llena de dolor, en su más vulnerable estado y desde allí desgrana verso a verso un sinfín de emociones que van evolucionando hasta encontrarse florecida, refulgente, en el esplendor del amor propio.
En sus palabras, Ana convoca, remueve las fibras más íntimas, nos muestra que, una y otra vez, de alguna manera, morimos para volver a renacer.