La contemplación de la muerte, si se la piensa únicamente en el contexto del “yo”, resulta deprimente y es fácil caer en el nihilismo. Sin embargo, una contemplación de la muerte que incluya la muerte de un “yo” en compañía de un corazón abierto nos invita a conectar con el mundo y disolver el apego de forma natural. Y cuando el apego a nuestras ideas sobre el ser se suelta, automáticamente surgen el amor y la compasión. Siempre que haya apego, no habrá relación; siempre que haya expectativas, no habrá amor. El amor aparece cuando las expectativas se disuelven. El amor es el mejor sanador en una crisis, pues soltar nuestra perspectiva es lo que resuelve la crisis, y de allí surge de manera espontánea el amor, la prosperidad y el moka. La iluminación no es un lugar lejano, está justo aquí y ahora. Esta práctica de yoga nos coloca constantemente en el momento presente, en comunidad.