«Nunca debemos olvidar que la apariencia es lo único que no engaña» dice José Donoso a través de uno de los personajes de Casa de campo. En este libro, Sebastián Schoennenbeck analiza la confección de esas apariencias por parte del autor, reconociéndolas en tres dimensiones, que se entrelazan de maneras inesperadas: paisajes, rutas y fugas. Cada una de ellas nos permite visualizar una forma de pensamiento simbólico, donde las ideas mismas no existen sino hasta que se encarnan en el espacio y los objetos. Por ejemplo, en la artificialidad de un paisaje que busca ser natural, en el diálogo con las diversas formas de autoexilio y la siguiente extrañeza hacia la propia lengua o en el desarrollo de estrategias narrativas que dialogan con la pintura como espacio privilegiado para la construcción de un punto de vista. En todas ellas, la apariencia se manifiesta como lo único que permite dar cuenta del carácter fragmentario de la identidad.