Aprovecho, pues, esta oportunidad para declarar que la fuerza de reflexión se explota más activa y provechosamente por el modesto juego de las damas que por toda la laboriosa futilidad del ajedrez. En este último juego, en el cual las piezas tienen distintos y singulares movimientos, representando diversos valores, la complicación se toma por profundidad, error bastante común, y la atención se fija poderosamente; si se distrae un momento, se comete un error, y de aquí resulta una pérdida o una derrota.