A primera vista, la civilización' y la 'violencia' parecen conceptos opuestos. De hecho, podría pensarse que la violencia evita los avances de la civilización, con lo que se explicaría por qué en ciertos países, como los del denominado “tercer mundo”, parece haber una correlación entre un bajo desarrollo económico, político, cultural y social y altos niveles de inseguridad, conflicto y mortandad. Sin embargo, este libro plantea que estos conceptos no son necesariamente antagónicos, sino que, de hecho, en el siglo XIX colombiano, se entremezclaron y se apoyaron mutuamente. Para demostrarlo, aborda la trama cultural de las violencias de ese momento histórico y problematiza la racionalidad de la dominación que legitimó muchas de las formas de exclusión de las poblaciones negras, indígenas y de las mujeres en estas comunidades.