Demócrito y Heráclito fueron dos filósofos, el primero de los cuales estimando vana y ridícula la condición humana, no salía en público sino con semblante burlón y sonriente; Heráclito, sintiendo piedad y compasión de esa misma condición nuestra, tenía por ello el semblante apenado continuamente y los ojos llenos de lágrimas.