Papini dejó en su autobiografía, Un hombre acabado, una melancolía en páginas que para muchos representa su obra maestra. Lo escribió a los treinta años para mostrar la evolución de su espíritu y de su filosofía hasta ese momento. El libro se abre con el relato de la infancia -misérrima-, como si quisiera justificar así sus posteriores ansias de grandeza. Exploró todas las corrientes filosóficas hasta llegar al realismo, lo cual le salvó la razón. El libro está escrito en forma retórica, como una continua auto justificación, pero su prosa es cortada, con un ritmo muy agradable; ello hace que el libro se lea muy bien si el lector es capaz de no asustarse ante su exagerado dramatismo.