e trata de pensar este potencial democratizador no ya desde aquella creencia idealizada de que la lectura puede garantizar por sí sola las múltiples transformaciones (sociales, políticas, económicas…) que necesitan nuestras sociedades, sino desde la visión, más modesta pero a la vez más honesta, de que la lectura constituye uno más entre tantos bienes culturales que «es preciso distribuir más equitativamente».