Tanto daba cómo comieran, el peligro acechaba en la fruta sí o sí. Cuando Mumei comía kiwi, le costaba respirar, y con el zumo de limón se le paralizaba la lengua. Pero no se trataba únicamente de la fruta. Cuando comía espinacas, tenía acidez, y las setas shiitake le mareaban. Mumei no podía olvidar ni por un instante que la comida era peligrosa