—¡No voy a ser tu juguete! —Se aparta de mí—. ¡No voy a permitir que te burles de lo que siento por ti! Podía respetar tu decisión de dispararme, Juliette, pero hacerme esto… hacer… hacerme lo que acabas de hacer… —Casi no puede respirar. Se pasa una mano por la cara, las dos manos por el pelo, como si quisiera gritar, romper algo, como si estuviera a punto de volverse loco de verdad. Cuando por fin habla, su voz es un susurro áspero—. Así actúa un cobarde —dice—. Pensaba que tú eras mucho mejor.