Jesús, Tú eres mi Señor y Salvador. Yo soy Tu hijo, liberado, que depende de Tu poder. Por lo tanto, Cristo, este día es Tuyo, a fin de ser vivido para Tu gloria. Actúa en mis ojos, en mi boca, en mis pensamientos y acciones, para que alcance Tu victoria. Señor, hazlo a lo largo de todo el día. Cuando enfrente tentaciones, me presentaré a Ti para reclamar el poder que Tú tienes para manejar la tentación. El pecado ya no tiene poder sobre mí.
Sé que habrá ocasiones en que fallaremos momentáneamente, pero serán las excepciones y no la norma constante de cada día. Estamos bajo un nuevo amo. Estimulados por el amor, servimos a un nuevo amo, Cristo, y no al que antes nos oprimía. Es extraordinario disfrutar de la relación que tenemos con este nuevo Amigo. Pero no podremos disfrutarla hasta que pongamos al «viejo hombre» en su luga