El pasado siempre era descriptible y medible, pero su memoria había deformado los acontecimientos, a veces confundiéndolos. Diez años después de la muerte de Shimada, todavía lo veía en la jungla. La memoria, en su innata misericordia, no permite que el dolor se conserve en el recuerdo (de lo contrario, probablemente ninguna mujer querría tener más hijos después de haber experimentado los dolores de un parto). El futuro es siempre como una bruma deformante pero impenetrable sobre un paisaje desconocido, aunque a veces también reconocible. El día llega a su fin. El sol saldrá por la mañana. La temporada de lluvias comenzará en cinco meses. Y luego, lo inesperado, surgido de la nada: una bala de rifle, visible como una bala trazadora en la luz del atardecer. Te alcanzará en el futuro si no te apartas. El punto donde la bala habría impactado, el plexo solar, ya no está donde estaba. El desgaste del uniforme es inevitable, pero el inevitable porvenir se puede cambiar. Mancha por mancha, ralentiza la descomposición, el desgaste y la putrefacción. Al final, seguía siendo un uniforme