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Cuentos de brujas de escritoras victorianas (1839–1920)

  • Claudia Damianhas quoted5 years ago
    Solo pensaba en el momento en que la oscuridad había caído de pronto sobre ella, y todo por esa mujer; esa bruja; esa hechicera cuyo maligno poder se había cobrado una víctima tras otra; esa cautivadora de la que hablan los poemas y los relatos
  • Tuhgh Gjughhas quoted2 years ago
    «Cualquier mujer anciana con el rostro arrugado, vello en el labio, un diente prominente, ojos estrábicos, voz chillona, lengua viperina, un abrigo harapiento en la espalda, un gorro en la cabeza, un espetón en la mano y un perro o un gato a su lado no solo es sospechosa de ser una bruja, sino acusada como tal», dice John Gaule, autor de Select Cases of Conscience [Casos escogidos de conciencia] (1646);
  • b5850881955has quoted3 years ago
    Primera parte. Crónicas y leyendas
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    –Máteme –dijo–. Máteme aquí con sus propias manos. No le tengo miedo a la muerte; no tengo nada por lo que vivir; solo tengo miedo de la tortura, de morir gritando mientras hombres diabólicos se regodean con mi agonía. Máteme ahora; es la única salida.
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    ¿Qué has dicho para que te condenen por bruja?

    Ella suspiró cansada.

    –Nada, que yo sepa. Dijeron que la abuela era una bruja; y yo vivía con ella.

    –¿Es cierto? ¿Practicaba tu abuela artes mágicas?

    –Podía dormir a las personas moviendo las manos por encima de ellas. Podía curar acariciando la zona que les dolía. ¿Es eso malvado?
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    Hacía tan solo seis meses, una anciana, viuda de un marinero –quien había guardado el secreto de un preparado de hierbas que su marido había traído de tierras lejanas–, había sido arrastrada al agua, sumergida y torturada cruelmente antes de darle muerte. El suceso había despertado el instinto cazador de la multitud. Una vez saboreado el júbilo salvaje de la persecución, la captura y la destrucción, sintieron ansias de más. Y no habían pasado muchos meses cuando empezó a circular el cuento de dos brujas que sin duda alguna tenían poderes ocultos y que vivían en las profundidades del bosque de Hanarec, donde, como todo el mundo sabía, había pumas, por lo que ninguna mujer que no estuviera protegida por poderes satánicos podía vivir allí a salvo.
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    –Y, al decir de la gente, al otro lado de la muerte, viéndose sola (demasiado culpable quizá para el Cielo pero, al mismo tiempo, demasiado inocente para el Infierno) busca quien se una a ella para hacerle compañía; quiere ovejas, vacas y caballos, como tenía en sus granjas. Por eso vuelve locos a los animales, y también a los humanos, para que bajen al río. Ellos la ven, según dicen, o reciben una señal que de algún modo apunta a la forma en que murió. Si la ven, viene a buscarlos una, dos y tres veces, y es esa tercera vez cuando se sienten forzados a seguirla.
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    –Era infeliz porque su marido no le prestaba la debida atención. Este tenía… otras cosas de las que ocuparse, y el encanto que ella había tenido una vez para él se perdió. La dejaba sola demasiado a menudo. Su salud se deterioró, según dicen, de tanto preocuparse, y así se sumió en un estado melancólico, de suerte que se pasaba el tiempo llorando y deambulando arriba y abajo por la orilla del río Roscawen. Pudo haberse caído, no se sabe con seguridad; pero todos dieron por sentado que había sido un suicidio, y se la enterró en la encrucijada.
  • América López Leónhas quoted3 years ago
    Fue joven y hermosa una vez, y adinerada, pues poseía tierras por derecho propio, además de rebaños. Pero se volvió muy infeliz…
  • maleñohas quoted4 years ago
    No hay nada que tema más la gente, ni cuyos efectos considere más mortíferos, que el mal de ojo.

    El mal de ojo actúa de diversas formas, unas más mortales que otras. Si lo primero que uno hace por la mañana es cruzarse con ciertas personas, la mala suerte lo acompañará a lo largo de todo el día. Si el aojado entra para descansar y mira fijamente algo –un animal o un niño, por ejemplo–, hay fatalidad en su mirada; una fatalidad que no puede evitarse si no es con un contrahechizo poderoso.
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