Paches y Medea se colocan en sus posiciones. Gelón y yo nos sentamos en una roca a la espera. Me pregunto cómo sería verlo de verdad en Atenas, y me duele porque sé que nunca lo veré, pero miro a mi alrededor: las paredes de la cantera que nos circundan y el cielo presionando hacia abajo, cargado de estrellas, o de dioses, y el suelo igualmente cargado de atenienses. Y digo yo, ¿acaso esta cantera no es un anfiteatro?