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Pilar Quintana

La perra

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  • Añita Piñahas quoted4 years ago
    Como no tenía dónde meter a la perra, se la puso contra el pecho. Le cabía en las manos, olía a leche y le hacía sentir unas ganas muy grandes de abrazarla fuerte y llorar.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    En un primer momento contempló la idea de quedarse ahí hasta que Ximena llegara, dejarse ver las manos y la mirada de asesina y que se diera cuenta del olor a orines, aceptar su falta y el castigo que le correspondía, pero se dijo que ni Ximena ni la gente del pueblo podrían castigarla como se merecía.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    Luego se miró las manos anchas y ásperas con las que había matado a una perra con la barriga llena de perritos y creyó ver las marcas de la soga en ellas.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    Entonces ahora sí a ella le habría tocado botarlos en la marea, que era lo mismo que matarlos, a varios perros en vez de a una sola, con lo que había solucionado todo el problema.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    Habría terminado pariendo en el quiosco y de nuevo ella habría tenido que hacerse cargo de los cachorros, pues la perra, como mala madre probada que era, los habría abandonado, y esta vez quién sabía cuántos le habrían nacido y cuántas hembras, que nadie habría querido.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    Era la mirada de una asesina, la misma que ella debía tener ahora, la mirada de alguien que no se arrepiente y siente alivio de haberse librado de una carga.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    No podía quitarse de la cabeza lo que había pasado, la pelea que la perra había dado, ni a ella torciendo su brazo para apretar la soga y doblegarla, jalando con todo su poder, acortando la soga hasta que ya no hubo más resistencia. Así que eso era matar. Damaris pensó que no era difícil ni tomaba demasiado tiempo.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    «Maldita perra», dijo mientras iba por una sábana vieja para tapar la ventana, «se lo tenía merecido».
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    La perra quedó liberada y Damaris sintió deseos de acariciarla, pero no lo hizo. Solo la miró. Parecía dormida.
  • Silvia Santaolallahas quoted2 years ago
    Consternada, soltó la soga y miró a la perra muerta, el charco alargado de orina y la soga tendida en el suelo como una culebra. Observó todo con horror, pero también con una especie de satisfacción que era mejor no reconocer y enterrar detrás de las otras emociones. Exhausta, Damaris se sentó en el suelo.
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