Todo el libro es un ejercicio de empatía y de denuncia. La autora pone en paralelo la realidad de una mujer condenada a muerte por brujería y la de una mujer del siglo XXI que duerme tranquilamente en su piso. ¿Cuánta tranquilidad puede tener esta mujer del futuro si en realidad su mundo no es tan distinto al de su interlocutora del siglo XVI?