y si alguna vez encuentra uno nuevo en el interior del cofre, lo cual sucede de manera espontánea en alguna ocasión —es algo que solo le sucede a ella—, piensa que es porque uno de los otros quiere marcharse, así que los coloca a todos en círculo sobre una manta extendida bajo el agujero de nuestra yurta, los bendice, les da las gracias por su ayuda y les dice que cualquiera de ellos es libre de marcharse si así lo desean, y, efectivamente, cuando vuelve a guardarlos en el cofre, solo hay siete.