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Lindsey Fitzharris

El reconstructor de caras

Desde el momento en que sonó la primera ametralladora en el frente occidental una cosa estaba clara: la tecnología militar de la humanidad había superado con creces sus capacidades médicas. El nuevo armamento de la guerra, desde tanques hasta metralla, permitió matanzas a escala industrial y, dada la naturaleza de la guerra de trincheras, miles de soldados sufrieron heridas en la cara. Los avances médicos permitieron que más soldados que nunca sobrevivieran a sus heridas, pero los soldados desfigurados no recibieron la bienvenida de héroes que merecían.

En 'El reconstructor de caras', la galardonada historiadora Lindsey Fitzharris cuenta la asombrosa historia del cirujano plástico pionero Harold Gillies, que se dedicó a restaurar los rostros -y las identidades— de una generación brutalizada. Gillies, neozelandés educado en Cambridge, se interesó por el incipiente campo de la cirugía plástica tras conocer los restos humanos del frente. De regreso a Gran Bretaña, fundó en Sidcup (sureste de Inglaterra) uno de los primeros hospitales del mundo dedicado por entero a la reconstrucción facial. Allí, Gillies reunió a un grupo único de médicos, enfermeras y artistas cuya tarea consistía en recrear lo que había quedado destrozado. En una época en la que perder un miembro convertía a un soldado en un héroe, pero perder la cara lo convertía en un monstruo para una sociedad en gran medida intolerante con la desfiguración, Gillies restauró no sólo los rostros de los heridos, sino también sus espíritus.

Meticulosamente investigado y apasionantemente narrado, 'El reconstructor de caras' sitúa las ingeniosas innovaciones quirúrgicas de Gillies junto a las conmovedoras historias de soldados cuyas vidas fueron destrozadas y reparadas. El resultado es un vívido relato de cómo la medicina y el arte pueden fusionarse, y de lo que el valor y la imaginación pueden lograr en presencia del implacable horror.

«Es un libro fascinante sobre un hombre extraordinario y sobre la importancia del trabajo en equipo para una buena cirugía. A pesar de lo sombrío del tema, es una historia profundamente conmovedora y edificante». -Henry Marsh, The New Statesman

'Me atrapó; está elegantemente escrito y es fascinante. Empleando el equilibrio justo entre investigación diligente y recreación ingeniosa, Fitzharris da vida a una parte olvidada de la historia de la medicina". -Lucy Scholes, Financial Times

«Una biografía atractiva de un cirujano magistral, así como un relato alentador del progreso médico.» -The Economist

"'Es una obra innovadora que merece su propio género: el cine negro médico. No podrás dejarlo". -Karen Abbot
378 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2024
Publication year
2024
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Quotes

  • Miguel Ángel Vidaurrehas quotedyesterday
    En 2005, un equipo de cirujanos realizó el primer trasplante parcial de cara en la localidad francesa de Amiens, donde comenzó la Ofensiva de los Cien Días en 1918. La paciente fue Isabelle Dinoire; un perro le había arrancado a mordiscos parte de la nariz, el mentón y los labios. Cinco años más tarde, unos cirujanos españoles realizaron un trasplante de cara completa a un hombre herido en un accidente de tiro. Siguieron operaciones similares en varios países del mundo. Estos primeros éxitos despertaron una gran curiosidad pública y adelantos técnicos aún mayores en la cirugía.

    En 2017, un equipo de cirujanos se apiñaba en torno a una pequeña mesa de instrumental en un quirófano de la Cleveland Clinic de Ohio, un hospital fundado por tres médicos que habían servido juntos durante la Primera Guerra Mundial.

    Horas antes habían empezado a levantar meticulosamente el rostro de una mujer recién fallecida por sobredosis de drogas para trasplantarlo a Katie Stubblefield, de veintiún años, que había sufrido un traumatismo facial grave por un disparo autoinfligido.
  • Miguel Ángel Vidaurrehas quotedyesterday
    En 1949, Gillies se convirtió en el primer cirujano en practicar una faloplastia en un hombre trans.
  • Miguel Ángel Vidaurrehas quotedyesterday
    Además de reconstruir rostros, Gillies también había practicado reconstrucciones genitales de soldados heridos durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, era la persona idónea para ocuparse del complejo caso de Dillon. Aunque ya se habían realizado vaginoplastias para mujeres trans, nadie había practicado todavía una operación equivalente con un hombre. De hecho, muchos cirujanos lo habrían considerado imposible, y algunos incluso poco ético. Al menos, el sistema legal jugaba a favor de Dillon: aunque las leyes prohibían la extirpación de un pene, ninguna impedía poner uno. Gillies, que nunca rehuyó un reto quirúrgico, aceptó realizar una faloplastia, o creación quirúrgica de un pene, con Dillon. Este recibió con alegría su decisión: «Por fin el mundo empezaba a ser un lugar digno de ser vivido», escribió tiempo después.
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