Era como la una de la mañana y, aunque yo me imaginaba que eso era lo que iba a pasar, realmente no estaba preparada. No supe qué decirle ni qué decirme. No supe si teníamos prisa o si teníamos tiempo. No supe cómo acompañarla. La abracé y le di besos en la cabeza y le dije que la amaba, y se la entregué al veterinario, y él se la llevó y nunca la volví a ver. Iba a decir que lo último que vio fue a un desconocido, pero Lirio era ciega. Lo último que olió fue un lugar que no era su casa y unas manos que no eran las mías. Se sintió todo muy insuficiente, muy fugaz, muy injusto. El cuerpo se me llenó de culpa.
😭😭😭