Entre 1920 y 1930, la Argentina llegó a ser el país latinoamericano con mayor cantidad de automóviles y el cuarto en todo el mundo. Esta acelerada motorización tuvo un enorme impacto en la vida social, cultural y económica al transformar los hábitos y las pautas de consumo y de movilidad. Los automovilistas recorrían rutas de difícil tránsito, visitaban los parques nacionales y concurrían a los balnearios. Muchos animaron las populares carreras de Turismo Carretera.
El estado y el Automóvil Club Argentino establecieron una asociación estrecha y singular. El estado diseñó las políticas viales y construyó sus bases materiales –los caminos y el combustible— a través de Vialidad Nacional e YPF. El Automóvil Club Argentino, que surgió ligado al comercio automotriz, atrajo con su oferta de servicios a una enorme masa de asociados, colaboró en la señalización caminera, desarrolló una red de estaciones de servicio –financiadas por YPF— y patrocinó las competencias deportivas. Sus emblemas estuvieron presentes en cada ruta, aun en las más alejadas. Así hicieron «patriotismo práctico».
Con pericia profesional, Melina Piglia analiza ese entramado de formas de vida, intereses, políticas y relaciones entre el estado y una asociación tan compleja como emblemática, a la vez que interviene, a partir de un enfoque original, en la reflexión sobre los mecanismos de mediación entre el estado y la sociedad civil en la Argentina.
Luis Alberto Romero