El París del siglo XIX es el escenario de esta novela, pero no el París refinado y glamuroso que todos asocian, sino el olvidado, el periférico, el que la modernidad decide ignorar. La pensión de la viuda Vauquer es a donde ha ido a parar el señor Goriot, padre que ha dado todo a sus hijas, incluso su dignidad. Allí será víctima de humillaciones, del desprecio de sus hijas y yernos, será víctima, después de todo, de la vida. Dentro de los vecinos de este honorable señor se encuentran Eugène de Rastignac y el señor Vautrin. Juntos, estos dos personajes reflejan el bien y el mal; los buenos valores frente a la hipocresía de la vida moderna.