Sin embargo, como su mujer había vuelto a trabajar, él podía dedicarse al arte y vivir sin preocupaciones el resto de su vida. Además, como lo había sido mi mujer, mi cuñada era muy buena cocinera. Cuando vi la mesa puesta y llena de platos deliciosos, se me hizo la boca agua. Al ver el cuerpo proporcionado y relleno de mi cuñada, su amable manera de hablar y sus ojos grandes, lamenté las muchas cosas buenas que me estaba perdiendo de la vida sin darme cuenta.