Si el cine ha aportado algo a las estructuras de narración es, precisamente, nuevas formas de entender y proceder a la hora de narrar. Estas formas, además, han pregnado otras artes, pero no solo eso: se han introducido en nuestras maneras de narrarnos. Expresiones del tipo «sucedió a cámara lenta» carecen de sentido sin el cinematógrafo, pero no solo eso: nos pensamos en imágenes y nos narramos a través de nuestras experiencias cinematográficas. Lo importante de esto es que si la mente edita, como creo que hace, necesita necesariamente entender las narraciones que pudieran darse fuera de la mente y poder elaborar outputs que den respuesta y orden a esas narraciones, en general con otras historias. La edición es un proceso de la conciencia y de conciencia plena: sería inconcebible que a la mente le precediese un algoritmo —que pudiera funcionar tanto en mi mente como en un ordenador— que pudiera editar las narraciones externas y generar nuevas narraciones como respuesta a ellas «sin entenderlas».