En Más acá hay monstruos contamos muchas historias, historias que otros nos han contado desde hace cien años o más: los relatos de la sociedad contemporánea, de ahora mismo; la del miedo que padecen los individuos corrientes. Pero también mostramos una anormalidad, las desviaciones espantosas de ciertos entes, de ciertos seres.
¿Qué es un monstruo? Un ser, vivo o muerto, que nos atemoriza, que nos angustia. Un monstruo es una entidad que nos repele por su aspecto, por su comportamiento, por su alma, por su cuerpo. Menos mal que no existen, nos decimos para tranquilizarnos. Menos mal que son de otros tiempos más sombríos, nos decimos para aliviarnos.
No, no. Más acá hay monstruos. En nuestra época, ahora, y en ese siglo XX que tan cerca nos queda. Habitan entre nosotros. Permanecen en sus despachos y en sus casas esperando la ocasión para infligir daño, para destruir. Mientras tanto, atienden los requerimientos de sus clientes o familiares.
Pasean por los parques muy cerca de los niños, tomando nota de todo cuanto descubren; llevan y traen a los pasajeros en sus taxis, en los autobuses, en los aviones; defienden su país en tierras lejanas.
Por eso son células durmientes, pero siempre vigilantes. Aguardan grave o levemente trastornados. Algunos parecen personas. ¿Personas? Incluso en ocasiones pasan por héroes, pero las bestias que llevan dentro corroen sus entrañas, pues ansían manifestarse.
Dicen que más acá hay monstruos, fieras que quieren sorber nuestros fluidos y nuestra alma, que sueñan con despedazarnos, con aniquilarnos, con llevarnos al bosque, a esa espesura de la que nadie regresa, a esa ciudad en la que rigen el crimen y el anonimato.