Henry James no se parecía a ningún escritor americano o inglés, su libros difícilmente se insertarlo en una tradición literaria conocida. Fue necesario que después de su muerte pasaran treinta años para que se produjera su reconocimiento. Hacia el centenario de su nacimiento, 1943, la aceptación de que se trataba de un clásico y de un innovador excepcional era ya casi unánime.