Alguna vez, en un lejano 1998, Abel Reynoso, un exagente
de la DEA en América Latina, me contó sobre un extraño pájaro
que devora mosquitos. Se llama vencejo y habita en zonas
tropicales. Por supuesto que nunca se comerá las larvas,
porque se quedaría sin alimento. El exagente, un viejo lobo de
mar que recorrió el planeta, desde Tijuana a Bangkok,
Managua, Ciudad de México, Miami y Buenos Aires, conocía
las tinieblas del combate al narcotráfico. Con esta metáfora
quiso decirme que a ninguna de estas empresas
armamentistas, agencias de inteligencia, políticos, banqueros,
casas de cambio, agentes inmobiliarios les interesa que acaben
con los traficantes, ni con el negocio de las drogas, ni con las
guerras que generan.
Son las larvas que los alimentan.