Sin embargo, allá en el fondo de ti, está tu vencido corazón mirando; éste sabe, sin aspavientos, que el mal no participaba de la naturaleza de tu ser; sabe eso y tantas cosas; sabe también que aquello no debió venir, porque era entonces cuando, precisamente, el ser desolado pedía que esa vida de él se quedara un poco cerca de la vida ya enferma de uno. Que se quedara como estaba, simple y amable lazo entre el mundo real y el que dentro de ti perecía, quedo.