La muchedumbre parisina manifestándose enfurecida, la reina enfrentada al pueblo en el balcón de Versalles, acalorados discursos en la Asamblea Nacional, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano o la guillotina, siniestra desde un desafiante contrapicado, son algunas de las imágenes que integran el caleidoscopio cinematográfico de la Revolución francesa. Contradictorios y a la vez inequívocos símbolos del proceso revolucionario, certifican la imposibilidad de representar de forma unívoca su acelerada acumulación de sucesos, conmociones, reformas políticas, constituciones, formas de gobierno y de represión. El carácter pendular de la Revolución hace oscilar el poder y la crueldad de un extremo a otro, y la convulsión histórica que supone para las sociedades contemporáneas no tiene precedente. Cada filme que regresa a ella añade, en su mirada sobre un tiempo de ilusiones y atrocidades anudadas, otro estrato que nos habla sobre su propia época.