El priorato del naranjo

Puede que aparente ser un corderillo —dijo Ead—, pero los monstruos suelen tener cara de corderillo. Saben enmascararse.

todo aquello emergía violentamente, como las burbujas en un caldero de agua hirviendo, y Tané ya no podía contenerlo.

Se merece marchitarse por fuera lentamente, para que su cuerpo llegue al nivel de corrupción de su alma.

no es que no duerma solo por miedo a los monstruos que acechan tras mi puerta, sino también a causa de los monstruos que conjura mi propia mente. Los que viven en mi interior.

En la oscuridad, estamos desnudos. Somos nosotros mismos. Por la noche es cuando el miedo adopta su mayor expresión, cuando no tenemos miedo de combatirlo —prosiguió Ead—. Hará todo lo que pueda por colarse en vuestro interior. A veces puede conseguirlo, pero no penséis nunca que vos sois la noche.

La mente a veces viaja a lugares extraños.

Porque tener cerca a alguien con quien poder ser yo mismo me ha dado la fuerza necesaria para mostrarme como otra persona con él.

Son las damas, los caballeros, todos nosotros. Es el dolor que llevamos en el corazón, que nos pesa

Son las damas, los caballeros, todos nosotros. Es el dolor que llevamos en el corazón, que nos pesa

Mirándolo a la cara, Tané supo, por fin, que no volvería a llamarla basura. De hacerlo, estaría constatando que la basura puede crecer más alta que la hierba.