El elemento importante en la definición del icono es, primeramente, su negatividad, ya que esta pone en suspenso la ontología del objeto, lo que conlleva la noción de que el «icono» es construido o concebido por el espectador o el lector. En otras palabras, lo que hace que la noción de iconocidad importe para la lectura no es el hecho de que conduzca a algún modelo preestablecido, supuestamente real o fijo, sino que hace utilizar la imaginación; por tanto, la ficción.