Debimos ser felices

Mi madre, a los 17, creyó por primera vez que vivir no valía la pena

El pasado es un pozo en el que suelo asomarme a veces, pero a vos te hizo caer

Él se excusa. No se pelean más que siempre, pero se ignoran más que nunca. Ya no les interesa, o no pueden, recuperar la placidez del mundo que tuvieron alguna vez.

Durante una década, su psicóloga trató de llegar al centro de ella, pero como si fuera una fruta, no pudo hacerlo sin romperla un poco.

Nunca lo pensaste así, pero yo lo pienso: esa tierra contiene dentro de sí a todos los caballos que amaste.

El pasado es un pozo en el que suelo asomarme a veces, pero a vos te hizo caer,

Después de todo, qué tan culpable serías, cuántas generaciones habría que retroceder para empezar a culpar o justificar.

No sé por qué empecé ni por qué lo seguí haciendo durante años, pero fui recolectando momentos, frases, escenas que habías repetido, y con ellas escribí páginas como si no fueras a leerlas nunca. A veces sospecho los destrozos subterráneos que tu angustia debe haber provocado en mí. Me digo: algo en mí debe estar dañado. Pero no, no lo distingo. Entonces, ¿dónde está, qué hice yo con todo eso?

La antigua cama de mi abuela, como en capas arqueológicas, esconde señales del pasado.

Tal vez debería morirme como se murió tu tío, para que vos entendieras.