Unos quince minutos después se encontraron en el aparcamiento situado frente al edificio. El motor del coche ya estaba en marcha, y Boris la esperaba fuera del habitáculo, apoyado en la carrocería con un cigarrillo entre los labios. Vestía una parka acolchada que le llegaba casi hasta las rodillas. Mila llevaba encima su habitual cazadora de piel; al hacer el equipaje no había previsto que por aquella zona haría tanto frío. Un sol pávido, que asomaba entre los edificios, empezaba a calentar ligeramente los montones de nieve sucia que se acumulaban a ambos lados de las calles. Pero no duraría mucho: para esa tarde se había pronosticado