La relación de Rilke con Dios es ambigua, contradictoria, difícilmente comprensible. El poeta se sintió siempre «atravesado por un viento» (durchtweht) que era Dios. Pero estuvo siempre en lucha con él, y no una noche, como Jacob con el ángel, sino toda su vida. Y es que Dios es irreductible, incómodo, desconcertante, es la alteridad absoluta, y quizá por eso Rilke, aunque no le entendamos, ha sido uno de los hombres más auténticamente religiosos que han existido