En su prólogo, Raúl Zaffaroni resume una de las denuncias más potentes de este libro: el odio se construye como definición, como defensa, como única alternativa en esas vidas que no tienen el don del amor. Es el origen del odio, pero a ese odio lo ayudan la construcción que vienen llevando a cabo, sistemáticamente, los personajes que presenta Los profetas del odio. Porque el pueblo debe saber quiénes son los hacedores del odio. Tiene que descubrirlos más allá de sus atavíos y disfraces. Tiene que desentrañar los modos y las labores con las que el odio carcome día a día a una sociedad partida por el accionar de unos pocos que, de la construcción del odio, hacen su negocio.