El segundo paso es modificar dos importantes aspectos interactivos: el «intervencionismo» continuo en el hijo y la delegación externa. Para lograr este objetivo se prescribe a los padres que realicen una observación constante de las evoluciones/involuciones del hijo, pero evitando al máximo las intervenciones correctivas, punitivas o, más en general, de control: «observar sin intervenir» es el deber impuesto a los padres para recuperar un cierto margen de normalidad.
En el caso de la delegación a figuras externas (enseñantes, médicos, familiares), se pide al progenitor que reorganice personalmente la gestión de todos los aspectos del problema del hijo interrumpiendo la petición de ayuda especializada.
En este punto la tendencia se invierte. El conjunto de indicaciones proporcionadas a los padres es capaz de reestructurar radicalmente el modelo familiar: es normal observar los primeros signos de mejora incluso en las primeras semanas de «conjura» y de «observación sin intervención». Estas indicaciones, en su simplicidad, inciden en factores fundamentales de persistencia de la expectativa. Como ocurre no solo en el terreno tecnológico —«la simplicidad es el máximo refinamiento», decía a menudo Steve Jobs (Isaacson, 2011)— también en psicoterapia es deseable obtener efectos terapéuticos importantes y más eficientes mediante intervenciones mínimas.