Amy Tan, autora de El Club de la Buena Estrella (Andanzas 116), aquella hermosa novela que la dio a conocer en el mundo entero, ha estado seis años gestando este fascinante mosaico de historias que es Los cien sentidos secretos, hurgando, como siempre, no sólo en lo más recóndito de las grandes y pequeñas traiciones que oculta el alma de cualquier familia, sino también en los conflictos que genera la confrontación de dos culturas, dos maneras de enfrentarse con la vida. Amy Tan hace gala, una vez más, de su inagotable imaginación y de su ya indiscutible talento para hacer que sus lectores la sigan con toda naturalidad adondequiera que les lleven sus peculiares personajes, desde la realidad más cruda hasta las más impensadas fantasías. Mientras está a punto de divorciarse, Olivia va contándonos la transformación que sufrió su vida cuando irrumpió en ella la extraña Kwan, su hermanastra, la hija que Jack Lee, su padre, había abandonado en China cuando emigró a Estados Unidos en la época de la revolución comunista. Kwan no podrá jamás distanciarse del mundo que la vio nacer y, con sus misteriosos «ojos yin», que le dan poderes para revivir, e incluso reencarnar, fantasmas reales y legendarios del pasado, pronto aparecerá ante los demás como un ser algo trastornado, como fuera de la realidad. No obstante, las historias que cuenta Kwan, y que van entreverando la narración de Olivia, fascinan e irritan a la vez a su hermanastra, enredándola en una espiral de sentimientos contradictorios. Pero, cuando las circunstancias conducen a las dos hermanas al pueblo natal de Kwan, en China, la magia, la violencia, el amor y la fatalidad de esas historias empiezan a adquirir relevancia y a generar imprevisibles y peligrosas consecuencias. Difícil es explicar en pocas líneas el complejo entramado narrativo que Amy Tan administra con mano maestra para conducir al lector, fascinado, en el mundo de los cien sentidos secretos que todos tenemos, pero que hemos olvidado inconsciente o voluntariamente.