En una coyuntura económica donde muchos líderes empresariales parecen guiarse únicamente por la codicia, cuando no directamente por el robo y saqueo a sus accionistas y a la sociedad, la autobiografía de Nelson Mandela –narrada en este resumen en tercera persona— no puede estar más de actualidad.
Como líder, Mandela siempre seguiría el ejemplo de las tradiciones africanas, intentado escuchar lo que todo el mundo tenía que decir antes de aventurar su propia opinión que, a menudo, no sería más que una postura de consenso respecto a lo ya dicho en los distintos encuentros con su gente. Mandela jamás dejó de recordar este axioma: un líder es como un pastor que permanece detrás del rebaño y permite que los más ágiles vayan por delante, tras lo cual, los demás los siguen sin darse cuenta de que en todo momento están siendo dirigidos desde atrás.
Los coqueteos de Mandela con la violencia (como respuesta coyuntural a los momentos más duros del apartheid) no quitan para que su figura sea respetada a nivel mundial. Su autobiografía nos enseña que una vida dedicada a defender los ideales que se consideran justos, y liderar una organización para conseguirlos, es una vida con pleno sentido.