Porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocará en todos mis días. —Salmo 116:2
¿Cómo sabes que Dios te oye cuando clamas a Él? Me refiero a oírte de verdad.
Puedo contar con los dedos de una sola mano las veces en las que a lo largo de mi vida, Dios reveló de manera específica y personal que, sin duda, escucha mi clamor.
En cada momento, percibí cómo Dios se acercaba a asegurarme que, por cierto, Él oye. Y no sólo oye, sino que también responde.
A pesar de estos recuerdos que apuntalan la fe, en gran parte de mi vida cotidiana, todavía me siento desoída, mientras me quejo y lucho y hasta a veces lloriqueo. Cuando el silencio de Dios desciende, voy más allá de mi propia historia para ver cómo Él ha escuchado a su pueblo a través de las generaciones.
Grabados a lo largo de los milenios, encontramos miles de instancias del oído de Dios inclinado a escuchar.
Hoy el Espíritu de Dios escucha los gemidos de toda su creación, mientras aguardamos nuestra unión final con Él (Romanos 8:26–27).
Dios oye.
En 1 Juan 5:14, leemos: «si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye». La palabra griega traducida “oye”, akoúo, significa prestar atención y responder a lo que se escuchó. Más que sugerir una «fórmula” que garantice que Dios concederá todas nuestras peticiones, Juan nos insta a orar con confianza, porque el corazón de Dios está inclinado hacia nosotras. Dios oye de una manera orientada a la acción, y desea responder en amor. Akoúo. Dios oye.
El título y el primer artículo de este libro celebran la realidad de que Dios oye a la mujer. Una y otra vez en la Biblia, Dios oye las necesidades de las mujeres —tanto a las que se llama por nombre como a las que aparecen anónimas— y responde para suplirlas. Jesús interactúa con mujer tras mujer, ofreciéndole agua a una ultrajada mujer junto a un pozo, devolviéndole un hijo que estaba poseído por demonios a su madre angustiada, recibiendo la ofrenda derramada de María de Betania, consolando en el primer encuentro luego de la resurrección el corazón roto de María Magdalena.
Que a medida que leas las palabras de cada devocional en este libro, escrito por mujeres como tú para mujeres como tú, puedas percibir cómo Dios inclina su oído a tu corazón. Dios oye. Dios oye a la mujer. Y como Dios oye y oye a la mujer, puedes estar segura de que Dios te oye a ti. Esto sí que es algo bien personal.
Elisa Morgan