El poder en disputa. Partidos políticos, grupos de interés y movimientos sociales

los partidos políticos persiguen intereses generales, mientras que las facciones obedecen a intereses de una persona o un grupo de personas

se afirma que los partidos políticos nacen en los primeros años de vida independiente, bajo la influencia de los eventos asociados a la Revolución francesa, provocando el desarrollo del Partido Federalista liderado por Alexander Hamilton y el Partido Republicano encabezado por Thomas Jefferson.

Si bien Atenas se libró en gran parte de formas extremas de stasis, sus líderes políticos sí intentaban eliminar en forma radical a sus enemigos. La técnica más recurrida para estos fines era el juicio político, para lo cual eran esenciales los clubes y los sicofantes.

La socialización política implica el deber de los partidos de educar a los ciudadanos en democracia. Deliberada o inadvertidamente, los partidos políticos desarrollan procesos por medio de los cuales los miembros de la sociedad aprenden a hacer propios principios, normas, valores y modelos de comportamiento relevantes para la política. Estas pautas son de orden genérico (socialización para la democracia) pero también comprenden una formación acorde con los contenidos ideológicos propios de cada partido. Por ejemplo, en un inicio los partidos de masas fueron de carácter obrero y reclamaban, junto con la habilitación para interactuar en el sistema político, la transmisión de una identidad de clase y la preservación de pautas de comportamiento y valores propios de la clase obrera. Actualmente, la función socializadora de los partidos ha perdido importancia. Por un lado, la sociedad cuenta con mayores niveles de educación y, por otra parte, los grupos de interés y los medios de comunicación colaboran activamente en este sentido, contándose así con mayores fuentes de información

También revisamos la evolución del concepto de sociedad civil y el debate existente en materia de grupos de interés, grupos de presión y movimientos sociales.

a un cambio en la forma cómo se agregan los intereses y la forma cómo podemos entender la denominada cohesión social y política propia de todas las sociedades, o bien si existe una continuidad con tendencias propias de las sociedades democráticas. Es decir, ¿estamos frente a un cambio de características revolucionarias, o bien es un proceso lento y sostenido? En cualquiera de ambos casos, es claro que el fenómeno que describimos se encuentra en curso, sin llegar todavía a un punto de cristalización.

O bien, en la tramitación de un proyecto de ley, podemos constatar cómo se va modificando a partir de lo que determinados grupos y colectivos van aportando al debate que se torna cada vez más público y abierto, por una serie de coyunturas que han permitido ampliar el canon de la información pública y del acceso a la información.

s así, por ejemplo, que cuando se analiza el origen de un proyecto de ley en materia de cambio cultural (matrimonio entre personas del mismo sexo, legalización o despenalización del aborto) o de la política pública en materia de educación y se intenta analizarlo desde la perspectiva de la agregación de esos intereses, es posible concluir que esa tarea no está siendo realizada en exclusiva por el Gobierno y los partidos políticos, aunque tradicionalmente se entendía que era de su exclusividad. Por el contrario, sin mayores contratiempos es posible constatar que el origen de la discusión está en grupos de interés, y que incluso la decisión de cómo materializar una necesidad de la sociedad civil y la labor de jerarquización de los problemas y la proposición de una política pública, proviene justamente de los mismos grupos de interés y de los movimientos sociale

cabe la coexistencia de diversas concepciones de lo que es bueno, legitimándose un repertorio más amplio de divisiones y fronteras, de diferencias y conflictos en la esfera pública. Las identidades colectivas que actúan a través de los grupos de interés, grupos de presión y de los movimientos sociales, dan cuenta de una sociedad que no aspira ya al reconocimiento de sus intereses a través de un sistema exclusivamente agregativo, donde las demandas se jerarquizan y se funden en una síntesis que se manifiesta en una sola posición dominante; adicionalmente, presionan y actúan permanentemente a través de formas de representaciones no electorales que reclaman el reconocimiento y protección de una diversidad de concepciones sobre un determinado interés público.

identidades colectivas que reclaman que sus intereses particulares sean reconocidos por la sociedad, y que tal reconocimiento sea formulado en calidad de derechos, en un contexto donde ningún actor social puede atribuirse la representación de la totalidad,