Ciudad abierta

Dijo un «hola» como un destello, agitó la mano y, sonriendo, me llamó por mi nombre y apellido. Evidentemente esperaba que yo la recordase. No la recordé.

De ese pasado surgió un día una vieja amiga, amiga o más bien conocida que a la memoria le había sido práctico pensar como amiga, y lo que parecía haberse desvanecido totalmente volvió a la existencia.

Cosas que se habían solidificado en mi mente a fuerza de reiteración: ciertas caras, ciertas conversaciones que, tomadas en conjunto, representaban una versión segura del pasado que yo venía construyendo

Experimentamos la vida como un continuo y sólo una vez que declina, una vez que se vuelve pasado, vemos las discontinuidades. El pasado, si existe, es sobre todo espacio vacío, grandes extensiones de nada en las cuales flotan personas y acontecimientos significativos.

y era imposible imaginar cuántas historias pequeñas cargaba consigo gente de toda la ciudad.

Necesitaba irme enseguida, necesitaba descansar la vista en otra parte, ausentarme de ese encuentro silencioso en que me había embarcado imprudentemente.

El relato, contado innumerables veces, conserva su poder de acelerar el corazón

El hombre hablaba con la lentitud de quien se adentra en un recuerdo

la fotografía me parecía un arte misterioso como ninguno. De toda la historia, un momento quedaba capturado, pero los momentos anteriores y posteriores desaparecían en la corriente del tiempo: sólo el momento elegido era privilegiado, preservado, por la sola razón de que lo había captado el ojo de la cámara.

Y consígase Somethin' Else de Cannonball, añadió.