“Cómo decirte —pensó él—, cómo platicarte, pobre niña rica. Cómo compartirte mis refugios, cómo darte un poco de alivio. Cómo espantar tus demonios cuando los míos tienen raíces tan profundas. Cómo contarte de todos esos viejos sitios que ya nadie visita, de esos lugares olvidados en el sueño eléctrico, de esas ruinas digitales donde no hay repuesta pero al menos estás lejos de toda esta mierda, donde por lo menos puedes sentir el silencio de tu propia tristeza, y pensar.”