A pesar de la extendida creencia de que el lugar de la morada terrenal de Dios era el lugar santísimo, el templo, la ciudad de Jerusalén, la Tierra Santa, el templo no sería ya el punto focal de la presencia de Dios entre el pueblo. Él ya no puede estar confinado a un lugar específico igual que Jesús no pudo ser retenido en una tumba.