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Mamen Sánchez

Se Prohíbe Mantener Afectos Desmedidos En La Puerta De La Pensión

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  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    La única pieza discordante en todo este entramado, para fastidio de Ivana, era la insignificante niñata con el pelo revuelto que, nada más ponerle la vista encima, la había radiografiado de arriba abajo y había llegado a la única conclusión posible: «Es una puta, Cecilia. Una puta rusa. ¿No te das cuenta? Acabas de meter en la pensión a una fulana de lujo. Si quieres te la investigo y sales de dudas». ¿Hay alguna norma que prohíba a las huéspedes ejercer la prostitución?
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    —Tres años —respondió ella—. Luego, la libertad.
    Y él estuvo de acuerdo. Porque, ingenuo, creyó que ese tiempo sería suficiente para derretir el corazón de hielo de Ivana y lograr algo de amor verdadero.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    Sobre una mesita, en el recibidor de la casa, que inevitablemente habían tenido que atravesar para salir a la calle, había visto las fotografías de la familia enmarcadas en plata: niños pequeños, abuelos en blanco y negro, paisajes lejanos, alguna playa paradisiaca y el retrato, a todo color, de Andrés Leal con un chaqué gris, casándose con una mujer muy rubia y muy joven y muy embutida en un vestido blanco, largo, con cola y velo de encaje.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    —¿Es ésta? —preguntó Catalina, señalando la casa con la cabeza.
    —Mira las ventanas —respondió Cecilia—. ¿No son idénticas a las que hay en la pensión?
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    —Ya sé quiénes fueron los anteriores dueños de la casa de tus abuelos —le soltó a bocajarro, antes de darle tiempo a cerrar la puerta de la cancela—. Veamos si te suenan de algo: don Danilo Leal y doña Inmaculada Herrero.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    Como cada tarde, desde el mismo día en que se peleó con Cecilia por primera vez, entró en su casa sin hacer ruido, cerró los ojos, metió la mano en el bolsillo de su pantalón, respiró hondo, sacó la alianza y se la colocó en el dedo anular de su mano derecha, donde un pequeño pliegue de la piel la esperaba impaciente.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    Mientras Cecilia bajaba por las escaleras en busca de Justice, Noelia se lanzó al espejo, abrió el bolso, se coloreó las mejillas, se peinó la melena, se estiró el vestido, se aplicó brillo en los labios, colonia en el cuello y una fingida expresión de desmayo en la cara. Después bajó lentamente, apoyándose en la barandilla blanca, el pelo flotando, el vestido flotando, las piernas flotando. Justice creyó que aquella chica estaba hecha de porcelana. Que si se tropezaba y se caía rodando, se rompería en mil pedazos. Y desde ese mismo instante y para siempre, se propuso protegerla hasta de las corrientes de aire.
    Si Cecilia vio venir el drama que se avecinaba, o bien no fue consciente de ello o no quiso serlo. Entendió que darse por enterada del instantáneo flechazo que acababa de presenciar, hubiera supuesto tener que escoger entre Justice y Noelia, y no estaba dispuesta a renunciar a un solo personaje de su nueva película.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    Habían empezado a tutearse el día en que terminaron las labores de carpintería y comenzaron las de pintura; más o menos a principios de mayo.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    —¡Qué buena idea! —exclamó—. No sabéis lo preocupados que nos tiene la niña. Se le ha metido en la cabeza que quiere ser escritora. De novelas románticas. Se pasa el día leyendo a Corín Tellado, a Rosamunde Pilcher, y ahora le ha dado por las sombras de Grey, que no sé si lo sabéis, pero es medio porno. —Cecilia asintió con la cabeza. Estaba hipnotizada—. Y Valentín, mi hijo, le ha dicho que puede ser lo que quiera, pero que tiene que estudiar una carrera universitaria. Supongo que para hacer tiempo y lograr que se interese por alguna profesión más provechosa. La niña ha dicho que bueno, que filología. Y andan buscando alojamiento en algún colegio mayor cerca de la universidad.
  • Añita Piñahas quoted3 years ago
    La vida le privaba de un marido y le enviaba un indigente. ¿No decían que cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana?
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