A partir de su independencia, a principios del siglo XIX, los países de América Latina atravesaron un período de guerras civiles, en las que se dirimieron las fronteras, las formas de organización institucional y los predominios en los estados en proceso de formación. Con la sola excepción de Brasil, se impuso la forma republicana. A mediados del siglo XIX, estas tensiones perdieron intensidad, y hacia 1880, en la mayoría de los países, los estados se habían asentado, a veces por acuerdos entre los grupos dominantes y otras por medio de dictaduras, pero en todos los casos predominó el objetivo de orden y progreso.